Curaduría, reflexiones de Andrés Duprat
Curaduría en las artes plásticas: ¿arte, ciencia, o política?
Andrés Duprat
Creo que el término curaduría encierra un concepto múltiple y borroso que en todo caso es necesario tratar de clarificar. En el campo de las artes visuales, una aproximación posible sería la de definirlo como la persona que proyecta y lleva a cabo una exposición.
El curador es el que da un sentido determinado al hecho de exhibir ciertas obras. Decide y diseña el sentido de una exhibición, el período que abarcará, como mostrar determinadas obras, su recorrido, etc. Se trataría de un especialista no sólo en aquello que muestra sino también en cómo lo muestra. El curador tiene una gran responsabilidad al definir el cómo de una exposición, quiero decir que así como puede poner en valor la obra de un artista, con un mal proyecto curatorial puede debilitarla, desfigurarla y por que no, llegar a destruirla. Creo que el trabajo del curador debe ser prácticamente invisible a la hora de visitar la exposición, debe ser un trabajo profundo y a la vez discreto y respetuoso. No me gustan las muestras en las que las obras sólo juegan un papel ilustrativo de ciertas ideas curatoriales. Creo que la investigación y el montaje deben complementar y dar contexto a las obras de arte. Así, si veo una muestra histórica, me gustaría no solamente vivir la experiencia estética de cada obra sino también que el modo de exhibición me transmita el espíritu de su época, y ciertas claves para compenetrarme cabalmente con esa determinada estética, a través de escritos y demás contextualizaciones. Creo además que el goce estético de una obra de arte tiene que ver también con ciertas identificaciones o por lo menos con cierta comprensión intelectual del asunto.
Bruno Munari decía: "Uno ve lo que sabe", y considero que vemos a través de nuestra cultura y a través de nuestra formación, no necesariamente académica, sino más bien a través de nuestra formación individual como sujetos de determinada época. Así como es apasionante encontrar goce, poesía y complejidad de lecturas y de signos en una obra de arte, de la misma manera es apasionante encontrarla en una exposición entera. El trabajo curatorial podría leerse como un ensayo, en el sentido literario del término. Es el desarrollo de una hipótesis sostenida por las producciones artísticas. Esta hipótesis puede apuntar a dar a conocer la obra de un artista poco o mal conocido, puede dar cuenta de determinados movimientos estéticos de una época, puede hacernos descubrir un lado oculto respecto a lo ya conocido y aceptado, etc.
Hay, por cierto, otros aspectos en el concepto de curador, diferente al que reseñé recién, y es el curador como responsable de un espacio (eso en la Argentina, no?). La persona o equipo que proyecta, selecciona y programa las exhibiciones de un determinado espacio. Este tipo de labor curatorial va tomando consistencia a través de una sucesión de exposiciones que van delineando un perfil determinado a ese lugar. Es una labor que tiene que ver más con una gestión a través del tiempo y que repercute en el concierto general de una sociedad. Como en el caso del Instituto Di Tella en los sesenta o el Centro Cultural Ricardo Rojas, por ejemplo, en los noventa.
En mi caso particular, puedo reseñarles el trabajo hecho en Bahía Blanca -de esto tipo de curadurías, de gestión de un espacio- a través del Museo de Arte Contemporáneo. Bahía Blanca es una ciudad mediana, tiene trescientos cincuenta mil habitantes, netamente comercial, pequeño burguesa y conservadora. La idea de crear justo allí un Museo de Arte Contemporáneo era muy tentadora ya que se trataba de un terreno virgen en ese sentido, pero a la vez de mucha resistencia. También nos movió la idea de luchar de alguna manera contra la centralización abrumadora de Buenos Aires, la cabeza de Goliat según Martínez Estrada, proponiendo un espacio de generación de exposiciones de alta calidad y de vanguardia independiente de la capital. Logramos fundar el M.A.C. en 1995 y a través de años de trabajo constante comenzamos a ver los cambios que se generaban en la ciudad. La misma resistencia conservadora y localista que acosaba al museo hacía que nosotros nos afirmásemos en nuestro discurso y que nos metiéramos con verdadera pasión en la problemática del arte contemporáneo. Rápidamente nuestro tesón fue dando frutos concretos como el reconocimiento de los actores del mundo del arte, artistas, instituciones, fundaciones, prensa, etc. Es importante destacar que el M.A.C. es un museo público, sostenido por la municipalidad de Bahía Blanca. La situación de manejar fondos públicos por un lado representaba mayor presión por parte de otras fuerzas vivas de la ciudad, pero por otro lado era una carga que asumíamos con mayor responsabilidad. Que las vanguardias artísticas se generen desde un espacio público en el contexto de una ciudad conservadora era por lo menos contradictorio. Y esta acción de política cultural pública se lograba gracias a tres requisitos fundamentales: independencia de criterios respecto al poder político, respeto por el trabajo profesional y apoyo financiero. Considero que en un mundo manejado cada vez más por las empresas privadas que por sus gobernantes, la posibilidad de dar voz, espacio y visibilidad a los artistas desde una acción pública es una obligación del estado. Hoy el museo tiene siete años, realizó cerca de cien exposiciones de arte contemporáneo, posee un patrimonio de más de cuatrocientas obras, realiza una prestigiosa bienal de arte sin disciplina y estamos terminando una ampliación (desde hace un año y medio, espero que se termine pronto) que duplicará su espacio de exposición.
Por fuera de estos dos esquemas corre la figura de los curadores ocasionales, es decir de expertos en diferentes temas que en determinados proyectos de exposición devienen curadores de los mismos. Me refiero a exposiciones específicas sobre ciertos temas. Por ejemplo, para una exhibición de arte nigeriano, nada mejor que contratar a un especialista para llevarlo a cabo con calidad, profundidad y rigor. No creo en general que el ojo turístico de los neófitos conlleve algún interés más que el mero asombro de alguien a quien le llaman la atención ciertas producciones respectos a su cultura y formación. Es por esta especialización necesaria por lo que no creo en los curadores en el sentido amplio de la palabra, uno nunca es un curador en general, sino que es un especialista en ciertos temas y, en todo caso, posee una mirada lúcida y un conocimiento sobre temas específicos (quien mucho abarca poco aprieta).
Ahora bien, hay, sobre todo en Buenos Aires, una proliferación de curadores, en el sentido más bobo de la palabra, personas que por ejemplo son jurados de un concurso y que se cargan con un ostentoso título de curador a la hora de colgar las obras seleccionadas en un espacio. O peor aún, personajes cuya acción curatorial sólo consiste en aceptar una propuesta de uno o varios artistas, propuesta que, por otro lado fue concebida por los artistas, creada por los artistas, armada por los artistas, diseñada por los artistas y finalmente montada por los artistas. Creo por ello que hay un abuso respecto a la figura de curador, hoy un buen bar o restaurante moderno no puede no contar con un curador que se encargue de poner cuadritos en la pared para solaz de los comensales. Creo que hay poca humildad en todo eso y un abuso de falso profesionalismo, prefiero que algunas estéticas emerjan solas, genuinas y naturalmente, a quedar en manos de este tipo de decoradores, interioristas y curadores. Los hermosísimos bares y restaurantes porteños de décadas pasadas no necesitaron nada de eso.
Hay una lectura respecto a los curadores que gira en torno a que éstos últimos serían una especie de intermediarios entre las producciones artísticas y el público. Esta lectura puede tener un sentido negativo (o es criticada) en tanto se piense: de qué sirve sumar intermediarios entre estas producciones y el público? Creo, sin embargo, que ese trabajo de mediación es muy importante ya que permite en ciertos casos contar con un orden, un esquema, un contexto que permite una lectura profunda y cabal, como expresé anteriormente. Y que las cosas no queden sólo como un paseo delante de obras para terminar mascullando si me gustó mucho, poquito o nada.
Sin duda una de las actividades principales de los curadores es trabajar en el campo de la difusión de la producción artística. Respecto a las producciones actuales las cosas se complican un poco. Así como no es difícil encontrar a un especialista en pintura renacentista, es complicado y difícil encontrar especialistas en un arte que aún está emergiendo. El arte contemporáneo es una creación en principio descontrolada y a veces caprichosamente desvinculada con el "esperado" devenir de las cosas. Es una producción rara, lateral, y a veces corre a contramano de lo que se espera de él. Esta especie de bendición es la maravilla de la creación, eso que hace que el arte sea indefinible y que lo veamos porque en momentos acontece, y ya. ¿Cuál es entonces el metier de un curador de arte contemporáneo? No tengo una respuesta cabal a esa pregunta, pero seguramente éste debería ser un sujeto de la contemporaneidad. Estar allí dentro, vivir esa problemática, tener un conocimiento profundo de ese mundo complejo y contradictorio, tener conocimiento de la historia y del contexto en que se produce, en definitiva, ser un protagonista.
Para terminar y con ánimo de debate, considero que es preciso tener conciencia de que tal como está planteado, sobre todo en el primer mundo, y lamentablemente y patéticamente en el tercero, el respeto general a los curadores responde a una legitimación de un sistema de poder que es -por lo menos- perverso. El modelo "curator", es un modelo de los países centrales puesto en boga recientemente en estas latitudes. Es preciso repensar los roles desde nuestra realidad e idiosincrasia. La repetición acrítica de modelos importados, para peor de dudosa validez en el sentido de imponer determinados puntos de vista no inocentes por sobre otros, y que aquí leemos como "cool" con una ingenuidad alarmante, nos llevan a un vaciamiento de sentido y a leer el arte argentino como una pobre y tardía repetición de modelos extranjeros, o bien a presentarlo como una expresión folklórica atractiva por su diversidad. Curadores que consiente o inconscientemente se transforman en verdaderos operadores de propaganda, de estilos de vida y de ideologías. Curadores erigidos que creen saber con una sospechosa claridad religiosa y dogmática, cómo y qué debe verse, mostrarse, colgarse, seleccionarse, respondiendo de esta manera a intereses de mercados, de empresas o de determinados núcleos de poder. Y este debate es una verdadera guerra de ideas en la que debemos tomar ciertas posiciones y defenderlas en el contexto mundial.
El campo de la creación artística no admite en principio recetas fijas o mecánicas establecidas. Creo que tomar conciencia de esta limitación es en todo caso, el punto de partida para que el rol del curador esté más cerca de ser un puente interesante, sensible y real entre los artistas y el público. Este campo se yergue también como una posibilidad de debate, de reflexión y por qué no de acción.
Muchas veces recorriendo exhibiciones siento cierta traición al espíritu de un determinado artista, cierta reducción prolija y digerible de la producción de un artista, en defensa del "buen arte" de montar una exhibición correctamente, de la profesionalización. Creo que el curador debe estar más cerca del artista que del museo, y que así como cada artista posee su propio universo, cada exposición debe exudar ese mismo universo. El curador como aliado y no como masticador de propuestas para digerirlas mejor. Por todo ello no creo en una expertización académica de la tarea curatorial, tal como no creo en la expertización de la tarea artística tampoco.
Quien opera en el mundo del arte debe tener conciencia de la ausencia de cánones establecidos y afrontar los riesgos de operar en un mundo complejo, contradictorio, subversivo, controvertido y sobre todo de gran libertad y dinamismo. No siempre el orden, la mesura y la razonabilidad dan buenos resultados. Gracias.
Hay una lectura respecto a los curadores que gira en torno a que éstos últimos serían una especie de intermediarios entre las producciones artísticas y el público. Esta lectura puede tener un sentido negativo (o es criticada) en tanto se piense: de qué sirve sumar intermediarios entre estas producciones y el público? Creo, sin embargo, que ese trabajo de mediación es muy importante ya que permite en ciertos casos contar con un orden, un esquema, un contexto que permite una lectura profunda y cabal, como expresé anteriormente. Y que las cosas no queden sólo como un paseo delante de obras para terminar mascullando si me gustó mucho, poquito o nada.
Sin duda una de las actividades principales de los curadores es trabajar en el campo de la difusión de la producción artística. Respecto a las producciones actuales las cosas se complican un poco. Así como no es difícil encontrar a un especialista en pintura renacentista, es complicado y difícil encontrar especialistas en un arte que aún está emergiendo. El arte contemporáneo es una creación en principio descontrolada y a veces caprichosamente desvinculada con el "esperado" devenir de las cosas. Es una producción rara, lateral, y a veces corre a contramano de lo que se espera de él. Esta especie de bendición es la maravilla de la creación, eso que hace que el arte sea indefinible y que lo veamos porque en momentos acontece, y ya. ¿Cuál es entonces el metier de un curador de arte contemporáneo? No tengo una respuesta cabal a esa pregunta, pero seguramente éste debería ser un sujeto de la contemporaneidad. Estar allí dentro, vivir esa problemática, tener un conocimiento profundo de ese mundo complejo y contradictorio, tener conocimiento de la historia y del contexto en que se produce, en definitiva, ser un protagonista.
Para terminar y con ánimo de debate, considero que es preciso tener conciencia de que tal como está planteado, sobre todo en el primer mundo, y lamentablemente y patéticamente en el tercero, el respeto general a los curadores responde a una legitimación de un sistema de poder que es -por lo menos- perverso. El modelo "curator", es un modelo de los países centrales puesto en boga recientemente en estas latitudes. Es preciso repensar los roles desde nuestra realidad e idiosincrasia. La repetición acrítica de modelos importados, para peor de dudosa validez en el sentido de imponer determinados puntos de vista no inocentes por sobre otros, y que aquí leemos como "cool" con una ingenuidad alarmante, nos llevan a un vaciamiento de sentido y a leer el arte argentino como una pobre y tardía repetición de modelos extranjeros, o bien a presentarlo como una expresión folklórica atractiva por su diversidad. Curadores que consiente o inconscientemente se transforman en verdaderos operadores de propaganda, de estilos de vida y de ideologías. Curadores erigidos que creen saber con una sospechosa claridad religiosa y dogmática, cómo y qué debe verse, mostrarse, colgarse, seleccionarse, respondiendo de esta manera a intereses de mercados, de empresas o de determinados núcleos de poder. Y este debate es una verdadera guerra de ideas en la que debemos tomar ciertas posiciones y defenderlas en el contexto mundial.
El campo de la creación artística no admite en principio recetas fijas o mecánicas establecidas. Creo que tomar conciencia de esta limitación es en todo caso, el punto de partida para que el rol del curador esté más cerca de ser un puente interesante, sensible y real entre los artistas y el público. Este campo se yergue también como una posibilidad de debate, de reflexión y por qué no de acción.
Muchas veces recorriendo exhibiciones siento cierta traición al espíritu de un determinado artista, cierta reducción prolija y digerible de la producción de un artista, en defensa del "buen arte" de montar una exhibición correctamente, de la profesionalización. Creo que el curador debe estar más cerca del artista que del museo, y que así como cada artista posee su propio universo, cada exposición debe exudar ese mismo universo. El curador como aliado y no como masticador de propuestas para digerirlas mejor. Por todo ello no creo en una expertización académica de la tarea curatorial, tal como no creo en la expertización de la tarea artística tampoco.
Quien opera en el mundo del arte debe tener conciencia de la ausencia de cánones establecidos y afrontar los riesgos de operar en un mundo complejo, contradictorio, subversivo, controvertido y sobre todo de gran libertad y dinamismo. No siempre el orden, la mesura y la razonabilidad dan buenos resultados. Gracias.

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